El Paso, Texas, 26 de noviembre de 2025.-El pasado sábado 15 de noviembre, una carrera de caballos en el carril hípico Santa Teresa Racetrack, en Parral, se convirtió en una masacre cuando un comando armado irrumpió en el evento y desató un infierno de balas y sangre matando al menos siete personas.
Testigos describieron una escena de pánico: los caballos saltaban desbocados, la tierra se teñía de sangre y quienes habían ido a disfrutar de una tarde de carreras se vieron atrapados en una lluvia de balas. Entre las víctimas se encuentran hombres jóvenes, algunos presuntos miembros de una célula delictiva, según versiones de autoridades estatales.
El ataque, que autoridades atribuyen al enfrentamiento entre grupos criminales rivales, presuntamente entre La Línea y Los Salgueiro, brazo armado del Cártel de Sinaloa, prendió las alarmas en todo el estado.
Se reportaron bloqueos carreteros, vehículos atravesados en la vía Parral-Jiménez y una huida masiva de asistentes.
Ante la magnitud del crimen, el gobierno federal respondió con rapidez. El domingo 23 de noviembre arribó al aeropuerto de la capital estatal un contingente de alrededor de 90 soldados de fuerzas especiales del ejército, enviados desde la Ciudad de México, con la misión de reforzar la seguridad, realizar rondines y operativos de prevención.
La llegada de militares se complementó con un despliegue mayor ordenado por las autoridades estatales: los operativos cubren Parral, Jiménez y otras zonas vulnerables, lo que eleva la cifra total de elementos desplegados a más de 600. Con este operativo, las autoridades buscan contener la escalada de violencia y recuperar el orden en una zona marcada por el conflicto entre cárteles.
El fiscal general de Chihuahua, César Jáuregui, ha calificado la emboscada como un acto dirigido por el crimen organizado, descartando que se trate de un estallido de violencia generalizada. Al mismo tiempo, anunció la apertura de una carpeta de investigación y se comprometió a desarticular a los responsables.
Sin embargo, para los pobladores este suceso rompe con toda normalidad: un evento que normalmente significaba reunión, deporte y entretenimiento, terminó siendo una zona de guerra. Músicos, familias, asistentes... todos huyeron, muchos en medio del terror, otros resguardados bajo autos, sin imaginar que vivirían una escena de horror.
Hoy, con los tanques, los helicópteros y la presencia de fuerzas federales, la comunidad espera una promesa de seguridad. Pero la herida física y social queda abierta: la carrera que terminó en tragedia dejó no sólo muertos y heridas, sino un mensaje de miedo.
La pregunta que muchos plantean ahora es: ¿será suficiente la fuerza militar para frenar este nivel de violencia?
Con Parral bajo un dispositivo de seguridad reforzado, las autoridades aseguran que el operativo es un primer paso. Para muchos, sin embargo, la recuperación de la tranquilidad pasa por justicia, investigación seria y un combate frontal al crimen organizado.
La sombra de esa tarde sigue rondando.
