Cirugía de alargamiento de piernas: riesgos y motivaciones

Cirugía de alargamiento de piernas: riesgos y motivaciones

Cirugía de alargamiento de piernas: riesgos y motivaciones

En los últimos años, ganar unos cuantos centímetros se ha convertido en una auténtica moda. Ya no se trata solo de corregir una diferencia de longitud o una deformidad grave; hoy la cirugía de alargamiento óseo se ofrece a personas sanas que persiguen, como si fuera un trofeo, la ilusión de —verse más altas— y, con ello, más atractivas, exitosas o “líderes” a los ojos de los demás.

¿Qué implica realmente el alargamiento óseo?

La técnica, conocida en la literatura como alargamiento óseo por distracción, consiste en fracturar quirúrgicamente el fémur o la tibia y fijar el fragmento a un dispositivo externo o interno. Cada día, el aparato se abre milimétricamente, obligando al hueso a generar nuevo tejido óseo en la brecha que se va creando.

Este método fue ideado por el ortopedista soviético Gavriil Ilizárov a mediados del siglo XX y, aunque hoy se ha refinado, sigue siendo un proceso largo y doloroso. La fase de consolidación puede prolongarse varios meses; durante ese tiempo el paciente necesita —fisioterapia intensiva— para evitar contracturas y pérdida de movilidad.

El precio de los centímetros extra

Quien se somete a la operación debe estar preparado para una incapacidad significativa durante gran parte del proceso. Entre los riesgos más frecuentes se encuentran:

  • Infecciones en el sitio de fijación o en la zona operada.
  • Daños nerviosos, que pueden producir entumecimiento o pérdida sensitiva.
  • Artritis precoz en la articulación adyacente al hueso alargado.
  • Dolor crónico, que a menudo persiste mucho después de que el hueso haya sanado.

Como señala la profesora de anatomía de la Universidad de Bristol, Michelle Spear, “en teoría cualquiera podría ganar unos centímetros, pero en la práctica se traduce en huesos rotos, tejido nuevo frágil, fisioterapia agotadora y una amenaza constante de complicaciones”.

¿Vale la pena?

Para quienes necesitan el alargamiento por motivos médicos —por ejemplo, una diferencia de longitud que afecta la marcha— los beneficios pueden ser decisivos y cambiar la calidad de vida. En cambio, cuando la motivación es meramente estética, la ecuación se vuelve mucho más incierta.

El dilema central es si el deseo de “añadir altura” justifica meses de dolor, incertidumbre y la posibilidad de secuelas permanentes. Como advierte Spear, la respuesta no es sencilla: «la pregunta sigue siendo si realmente vale la pena soportar meses de dolor e incertidumbre».

En una sociedad que asocia la estatura con éxito y atractivo, es fácil dejarse arrastrar por la corriente y considerar la cirugía como una inversión personal. Sin embargo, la realidad clínica nos recuerda que el cuerpo no es un simple “proyecto de mejora” y que cada centímetro ganado lleva consigo una carga de riesgos que no debe subestimarse.

Antes de decidirse, lo más sensato es sopesar con claridad los beneficios médicos frente a los costos físicos y emocionales, y preguntarse: ¿qué tan importante es, en realidad, ganar unos pocos centímetros cuando el precio puede ser la propia salud?

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