Dámaso Anaya empuja a la UAT entre el lodo

Demis Alan Santana
Demis Alan Santana | Contra la máquina
Oct 13, 2025

La Universidad Autónoma de Tamaulipas, sigue evolucionando pese a la casi irracional campaña de lodo contra el rector, Dámaso Anaya Alvarado.
Desde páginas y cuentas falsas, le han inventado de todo.

¿Qué logran? Nada.

Solo basta asomarse a los pasillos, a las aulas o a los proyectos que la institución impulsa desde hace algunos años: la casa de estudios más importante del estado mantiene su esencia, su ritmo, su vocación de servicio público, pero al mismo tiempo ha sabido adaptarse a un entorno nacional donde estudiar una carrera se ha vuelto un privilegio, y donde la profesionalización exige más esfuerzo que nunca.

El rector Dámaso Anaya Alvarado ha enfrentado en los últimos meses lo que en política se conoce como una guerra sucia: rumores, señalamientos personales, ataques sin fundamento y hasta invenciones grotescas sobre su vida privada.

Viejas prácticas de las que la UAT no ha estado exenta, pues cada cambio de rectoría despierta el celo de grupos enquistados -panistas, priistas, facciones que aún disputan el control del discurso público-, incapaces de aceptar que el poder académico ya no se negocia con las mismas reglas de antes.

Sin embargo, mientras afuera se grita y se calumnia, adentro la universidad funciona; el engranaje continúa inyectando conocimiento a las generaciones del futuro en puerta.
Siguen las clases, los proyectos de investigación se multiplican, los convenios internacionales crecen y, sobre todo, los estudiantes reciben más apoyos que en muchos años.
En tiempos donde la profesionalización cuesta, donde el empleo formal exige títulos, idiomas y certificaciones, centrar la política universitaria en las becas no es un gesto, es una estrategia de supervivencia social.

Es abrirle paso a jóvenes que, de otro modo, abandonarían sus estudios por falta de recursos.
Mientras páginas apócrifas lo acusan de robos, los acuerdos con Argentina, Brasil, y países de Asia y Oceanía, incluyendo China, para el intercambio de alumnos y colaboración académica, continúan multiplicándose.

Mientras le inventaban amasiatos, en la UAT se reforzaban convenios con Woodside Energy para impulsar la calidad académica de la región, y establecían alianzas con Pearson y PuntoEdu para certificación de idiomas y programas de información que acercan a los estudiantes a estándares internacionales.
Se sigue trabajando con PEMEX en proyectos de investigación aplicada, incluyendo biotecnologías para degradación de polímeros y remediación ambiental, posicionando a la UAT como un actor científico relevante en la región y el país.

Los estudiantes continúan destacando: medallas en competencias nacionales e internacionales, premios CENEVAL al desempeño de excelencia, reconocimientos en Infomatrix Golfo Norte, y programas de licenciatura y posgrado que mantienen altos niveles de acreditación y calidad.

El compromiso con los jóvenes también se refleja en los apoyos educativos: más del 50 % de la matrícula recibe becas de excelencia, deportivas, de investigación o de movilidad internacional, asegurando que la educación profesional siga siendo accesible incluso en tiempos difíciles.

Pese a la guerra sucia y un presupuesto limitado, los resultados son claros: la UAT mantiene su posición 40 mejores universidades de México entre las 540 públicas y privadas que existe, según UniRank, SCImago y Mextudia, mientras consolida una red de convenios internacionales, proyectos de investigación de frontera y oportunidades profesionales para sus estudiantes.

En efecto, la UAT sigue siendo la misma universidad que ha formado generaciones; solo que ahora con más becas, más cooperación internacional, más investigación aplicada y más oportunidades para los jóvenes.

Con toda esta evolución académica: estudiantes avanzando, proyectos consolidándose una universidad creciendo n becas, investigación, convenios y calidad académica; ¿a quién le importa la guerra sucia?

¡A nadie!

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