Texas, 05 de noviembre 2025.-Aunque México se proclama Estado laico desde el siglo XIX, el propio Himno Nacional conserva un pulso divino en sus versos: cuatro menciones explícitas a Dios que, en plena modernidad, desafían la narrativa del laicismo radical que el gobierno actual intenta imponer.
En el texto de Francisco González Bocanegra, la divinidad aparece como garante moral de la patria:
"...del mortal que en su Dios confió" (estrofa 2)
"...que en la tierra su Dios lo juró" (estrofa 4)
"...siervo de la nación que Dios amparó" (estrofa 5)
"...que en la tierra su Dios lo juró" (estrofa 11)
Durante más de un siglo, esas alusiones coexistieron sin conflicto con el principio constitucional del Estado laico. Ni los gobiernos revolucionarios, ni los priistas, ni los panistas consideraron que el Himno representara una amenaza a la neutralidad religiosa del Estado.
Pero con la llegada de la izquierda al poder, el discurso cambió. A través de medios oficiales, redes de propaganda y espacios educativos, se ha inyectado una filosofía abiertamente ateísta y confrontativa, que no busca solo mantener la separación Iglesia-Estado, sino redefinir el laicismo como herramienta ideológica.
Bajo esta lógica, el Credo -que por siglos fue parte del tejido cultural del país- se presenta ahora como un enemigo del pensamiento "progresista", y las referencias religiosas dentro de los símbolos patrios son vistas como residuos que deben ser erradicados.
La paradoja es evidente: mientras el Himno invoca a Dios como protector de la nación, el poder político promueve un discurso que expulsa lo sagrado del espacio público.
Así, las cuatro menciones a Dios no solo son versos antiguos: son las piedras de tropiezo de una república que, en nombre de la libertad, busca silenciar su propia raíz espiritual.