Un intenso oleaje de protestas recorrió al menos 13 estados del país, donde estudiantes, docentes y diferentes grupos sociales salieron a las calles para recordar aquella trágica matanza de estudiantes del 2 de octubre. Cada rincón vivió su propia historia pero la verdad es que, en todos lados, el reclamo fue el mismo: justicia y memoria.
En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los alumnos de la Escuela Normal Indígena Intercultural Bilingüe Jacinto Canek intentaron marchar pacíficamente, pero enfrentaron a la policía municipal cuando estaban por terminar su manifestación. Uno de los jóvenes relató que, a pesar de llegar con ánimos de diálogo, las autoridades les cerraron el paso y empezaron a lanzar gases lacrimógenos una escena que vuelve a poner en evidencia cómo la tensión puede escalar en cuestión de minutos. La alcaldesa, Fabiola Ricci Diestel, respaldó la actuación policial diciendo que los agentes actuaron “siguiendo protocolos de protección ciudadana” ¿pero esa misma protección fue la que se vio en acción?
Mientras tanto, maestros de educación indígena en diferentes regiones también alzaron la voz. Sus consignas eran claras: no hay ni perdón ni olvido. La historia de injusticias hacia sus comunidades no se puede borrar, aseguraron, y sus palabras resonaron con fuerza en un país que busca aprender de su pasado.
En Toluca, Estado de México, la tensión creció aún más. Jóvenes con el rostro cubierto llegaron a enfrentar a la policía municipal, que bloqueaba su paso en el centro de la ciudad por órdenes del alcalde morenista Ricardo Moreno. ¿El resultado? Cinco estudiantes resultaron lesionados; algunos en el suelo, otros con heridas leves y, en algunos casos, cubiertos de pintura. La violencia no quedó ahí: más tarde, en los alrededores de la Universidad Autónoma del Estado de México, un grupo de manifestantes quemó una patrulla y fue momentos de tensión que terminaron con cinco arrestos. La organización Enjambre Estudiantil Unificado, que mantiene tomado un edificio universitario, acusó al gobierno de haber detenido arbitrariamente a cinco de sus integrantes, en un claro acto de represión.
En la capital morelense, Cuernavaca, la historia fue diferente, pero igual de emotiva. A pesar de que la lluvia impidió muchas cosas, un grupo de personas se acostó en el suelo de la Plaza de Armas, en una representación simbólica de los estudiantes que perdieron la vida en 1968. La manifestación también sirvió para solidarizarse con Palestina y para hacer un pase de lista a los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en 2014. Algunas personas, incluso, rompieron vidrios en el palacio municipal en muestra de protesta.
Las movilizaciones no se limitaron a estos lugares. También hubo marchas en Chihuahua, Aguascalientes, Jalisco, Nuevo León, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas una ola de voces que no cesó y que muestra cuánto queda aún por hacer para mantener viva aquella memoria que nunca debe perderse.