El sábado dejó una estampa dramática en Tamil Nadu: al menos 40 personas murieron —entre ellas 17 mujeres y 9 niños— y más de 90 resultaron heridas en una estampida que se desató en medio de un mitín político que parecía no tener fin. La escena fue caótica, imperdonable en muchos sentidos, y no solo por la pérdida de vidas, sino porque todo pudo haberse evitado si las cosas hubieran sido diferentes.
Todo empezó cuando Vijay, un ícono del cine tamil que ahora se adentra en la política, subió al escenario para dar su discurso. La verdad, ese evento reunió a más gente de la que algunos, incluso los organizadores, esperaban: calculan que unas 27 mil personas se congregaron en Karur, mucho más que los 10 mil previstos. La tensión en el aire era palpable, y la multitud se apretujaba ansiosa, quizás esperando una señal, quizás solo queriendo escuchar a su líder en primera fila. Pero de repente, las cosas se salieron de control.
Algunas personas, que intentaban acercarse al autobús donde Vijay se encontraba, tropezaron y cayeron en una suerte de efecto dominó. La gente, en un golpe de pánico, empezó a empujar y correr en todas direcciones. Para colmo, la lluvia de calor abrumador y la llegada tardía del político —que apareció varias horas después de lo planeado— solo empeoraron las cosas. La tensión alcanzó su punto máximo cuando decenas de asistentes, desmayados por el sol y el miedo, tuvieron que ser trasladados de emergencia a hospitales cercanos. La transmisión se cortó por unos momentos, y Vijay, al ver la gravedad del asunto, intentó continuar, pero desistió. Más que un mitín, parecía que el escenario se volvía un campo de batalla, y en cierto modo, fue como reconocer que todo se había salido de control.
El político expresó su dolor en redes sociales, con un mensaje sincero, quizá desgarrador: “Mi corazón y mi mente están abrumados por los sucesos de ayer en Karur. Estoy profundamente dolido por la pérdida de nuestras personas queridas”. Las palabras tienen peso, pero no alcanzan a aliviar el dolor de quienes quedaron destrozados por la tragedia.
El primer ministro Narendra Modi también habló, evidenciando la gravedad del asunto. En sus palabras, llamó el incidente “profundamente triste” y envió condolencias a las familias desplazadas y un deseo de pronta recuperación para los heridos. La nación toda, como cuando un equipo pierde en la final y todos sienten ese vacío, lloró en silencio.
El gobierno local, por su parte, ya ha puesto en marcha una investigación para esclarecer qué fue exactamente lo que pasó y quién, si alguien, tiene responsabilidad en esta desgracia. La idea es que, con una investigación honesta y transparente, se pueda prevenir que algo así vuelva a ocurrir. La comunidad entera, que aún hoy está de luto, recuerda que en medio de las multitudes, la seguridad nunca debe ser secundaria. Cuando hay tanta gente junta, la protección y la organización son más que necesarios —son una obligación—. Las heridas en Karur seguramente tardarán en sanar, pero también dejan una lección muy clara: nunca, en el apuro de la pasión, olvidemos que la vida y la seguridad de todos están primero.
