Aproximadamente a las 20:15 hora local (01:15 GMT) se registró una explosión cerca de la entrada principal de la Cárcel Regional de Guayaquil, una de las más grandes del país. La detonación se produjo justo frente a una cámara de vigilancia que, curiosamente, logró captar la huida del conductor del vehículo‑bomba.
Según los registros, una camioneta todoterreno se acercó a la entrada de la prisión en sentido contrario. A escasos metros de la puerta, una súbita explosión sacudió el área, sorprendiendo incluso al propio conductor, que saltó del vehículo mientras este aún estaba en marcha —el hombre, que llevaba una gorra blanca— cayó al suelo, se reincorporó y huyó corriendo por la carretera mientras el coche se incendiaba en llamas.
En ese momento el perímetro exterior de la cárcel estaba prácticamente desguarnecido; habitualmente policías y militares vigilan la zona para impedir que cualquier vehículo se detenga frente a la institución. Las llamas provocaron una alerta interna, de modo que durante los siguientes 90 segundos nadie pareció advertir la emergencia, hasta que la explosión de gran magnitud destruyó el automóvil por completo.
Tras el estallido principal, los restos del vehículo siguieron ardiendo en un radio de al menos veinte metros, mientras el tráfico de la vía de Daule, que da acceso a la cárcel, continuó circulando sin interrupciones. El episodio guarda similitudes con otros atentados perpetrados por bandas criminales en Ecuador, que suelen cargar los coches con tacos de dinamita o cilindros de gas para producir una deflagración de gran potencia.
Antecedentes y contexto
El ataque se produce apenas un día después de que sicarios intentaran asesinar al director de la Cárcel Regional de Guayaquil; las balas no lograron atravesar el vidrio blindado del vehículo en el que viajaba. Este hecho fue reportado por el Servicio Nacional de Atención Integral a personas adultas y adolescentes (SNAI), que también informó que esta semana se registraron nuevas masacres en cárceles de Ecuador: dos asesinatos en establecimientos distintos, sumando un total de 31 víctimas, entre ellas treinta reclusos y un guardia penitenciario.
Las prisiones del país se han convertido en epicentros de una violencia criminal sin precedentes. Desde 2021, alrededor de 600 reclusos han sido asesinados dentro de los penales, cifra que alimenta una serie de masacres provocadas por enfrentamientos entre bandas rivales.
Esta institución alberga a más de cuatro mil internos, predominando entre ellos miembros de “Los Choneros”, una de las organizaciones criminales más antiguas y poderosas de Ecuador. A finales de 2023, la cárcel vio escapar al narcotraficante y líder de los Choneros, José Adolfo Macías Villamar, alias “Fito”. Tras más de un año y medio sin ser localizado, fue detenido a finales de junio en un bunker subterráneo cerca de Manta y extraditado poco después a Estados Unidos.
La explosión de anoche revela, una vez más, la fragilidad de la seguridad en los alrededores de los centros penitenciarios ecuatorianos y subraya la necesidad urgente de reforzar los protocolos de vigilancia y respuesta ante este tipo de atentados. Una situación que, sin duda, seguirá dando de qué hablar en los próximos días.