La comunidad del CECYT 7, plantel del Instituto Politécnico Nacional (IPN) de nivel preparatoria, ha vivido días de profundo dolor tras la explosión de una pipa de gas en el puente La Concordia, en Iztapalapa, ocurrida el pasado 10 de septiembre. En medio de porras, aplausos y emotivos pases de lista, alumnos, profesores y empleados han despedido a cinco integrantes: cuatro estudiantes y un bibliotecario, víctimas fatales de la tragedia.
El impacto emocional se siente en cada rincón del colegio —no es para menos, se ha convertido en la institución más afectada por este lamentable suceso—. Con casi cinco mil estudiantes y cerca de trescientos maestros, el plantel ha visto multiplicarse los gestos de luto y las muestras de solidaridad. Por si fuera poco, para muchos alumnos el Distribuidor Vial de La Concordia es una ruta obligatoria cada día, lo que reaviva la ansiedad y el temor ante la posibilidad de nuevos incidentes cuando vuelven a clases.
Padres, madres y tutores han tomado cartas en el asunto, buscando tranquilizar a sus hijos, proteger su estabilidad y evitar que abandonen el ciclo escolar por miedo o inseguridad. Miguel Ángel Miranda, abuelo de una estudiante, cuenta que su nieta y sus amistades ahora prefieren ir y regresar acompañados por sus familias. El nerviosismo es palpable; la tragedia coincidió justo con los cambios de turno, por lo que además de las pérdidas humanas, dos estudiantes más sufrieron heridas aunque, afortunadamente, ya fueron dados de alta.
Hay historias que conmueven. Angélica Sánchez Martínez, mamá de Alexa, narra que su hija normalmente toma ese camino, pero ese día, por pura fortuna, un primo le ofreció llegar en automóvil. Ese “aventón” terminó por salvarle la vida y —a veces el destino juega así— la apartó del peligro justo a tiempo.
Desde el 11 de septiembre, la cuenta oficial del IPN difundió mensajes de duelo en memoria de Juan Carlos Sánchez Blas, estudiante de 15 años, y Jorge Islas Flores, bibliotecario y docente de 50. La tristeza persiste, pero también la necesidad de apoyarse unos a otros para sanar.
